REVISTA VALOR
CENTRO DE TEXTILES DEL MUNDO MAYA A.C (CTMM)
Después de años de trabajo, la urdimbre de un museo se torna real: ahora el recinto rescata y promueve el trabajo de las tejedoras y bordadoras mayas.
Por Carlos Ramón Morales / Fotos Eduardo Islas
Un hilo de la madeja viene del Patronato de la Colección Pellizzi AC, creada por el antropólogo Francesco Pellizzi, quien en los años 70 documentó la producción de textiles de las comunidades de Los Altos de Chiapas y formó una colección de 797 piezas. El otro hilo lo tiene la Sociedad de Tejedoras de Sna Jolobil y su producción en actual progreso, dirigida por Pedro Meza, principal enlace con las tejedoras y gran conocedor del oficio. Un hilo más pertenece al acervo de textiles chiapanecos y guatemaltecos del siglo XX de Fomento Cultural Banamex.
Entrelazaron la trama las labores del INAH, el Gobierno del Estado de Chiapas, Fomento Cultural Banamex y Fomento Social Banamex. Como un tejido digno de aprecio, el proyecto del Centro de Textiles del Mundo Maya tardó más de una década en consolidarse, pero ahora se exhibe el fruto de la persistencia y el esfuerzo en el restaurado ex convento de Santo Domingo de Guzmán, en San Cristóbal de las Casas.
Cándida Fernández, directora de Fomento Cultural Banamex, narra cómo se coordinó durante 12 años el trabajo de instituciones y personas comprometidas con un proyecto que hoy es una realidad. “Estábamos buscando una sede para albergar la colección cuando la directora del INAH en aquel momento, María Teresa Franco, nos ofreció el ex convento de Santo Domingo; nos pareció un recinto espléndido.”
Al tiempo que se planeaba montar el Centro de Textiles en la planta alta del edificio que hasta entonces albergaba el Centro Cultural y el Museo de Los Altos de Chiapas, empezó también la selección de piezas. Cándida contempló que resultaba imposible concebir el mundo maya sin incluir al país guatemalteco, por lo que se acercó al museo de textiles de Guatemala y adquirió para Fomento Cultural Banamex una colección de 1,000 obras muy bien seleccionadas y clasificadas que representan 17 de las 24 regiones de ese país.
Mientras tanto, el papeleo para instalarse en el edificio se prolongaba. Sólo una fuerte convicción y el amor al proyecto permitirían tejer esta historia. “Estuvimos varios años en eso. Y es que la riqueza patrimonial de México es de tal magnitud, que a veces las cosas no están asentadas en papel. Había confusiones de propiedad. Atravesamos por cambios de director del INAH y distintas gubernaturas del estado. Tuvimos que refrescar el proyecto ejecutivo en muchas ocasiones. Y, es lógico, cada administración tiene sus criterios. Al final, sabíamos que todos ganaríamos. La restauración del edificio resultó mayor de cuanto habíamos imaginado, pero aun así optamos por presupuestarlo y seguir. El fideicomiso se firmó desde 1999, pero realmente la obra de rescate pudo iniciar en 2009 y concluyó en 2012.” Cándida destaca con entusiasmo que el propósito excede a la creación de un museo: es un plan integral que pretende mantener viva la tradición del textil en Chiapas y la zona maya. “Queremos un museo vivo, que promueva y dignifique la cultura textil maya, con talleres de capacitación y comercialización para las tejedoras, quienes son el espíritu del Centro.”
El orgullo de ser tejedora
A Alejandra Mora, directora del Centro, le gusta pensar que cuando se encontraron el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo y tantas cosas se perdieron, el textil siguió contando la historia. “El textil es de las cosas que conservamos desde la época prehispánica y todavía lo portan las señoras. Mil años de bordados equivalen a 30 generaciones de mujeres; a 30 abuelas transmitiendo enseñanzas.”
Alejandra ve que las tejedoras llegan al museo con timidez, pero poco a poco se asientan en el espacio, dándose cuenta que es un lugar para ellas. “Las tejedoras mayas entienden que su trabajo puede ser rentable. La labor fortalece su autoestima y su identidad; es un gran orgullo ser tejedora.”
La sala de arte textil exhibe piezas de colección y las joyas que se producen hoy en día. La temperatura y la humedad de los espacios están controladas y los maniquíes son especiales para que los tejidos mantengan un pH adecuado. También se vigila la cantidad de luz para evitar la decoloración de los tejidos.
La sala de exposiciones temporales invita a otros acervos textiles del país: se inauguró con textiles de Oaxaca. La sala de conservación y bodega abierta pretende ser de los mejores laboratorios de restauración y conservación de textiles en México. Además, busca que las tejedoras se especialicen en conservación y puedan acercarse a las piezas y a los libros para documentarse. “La bodega abierta es algo novedoso. Es una ventana para que el público vea tras bambalinas cómo se realiza la conservación preventiva”, dice Alejandra.
El encanto del museo
Las tejedoras tienen entrada libre. Se quiere que vean el Centro como una casa donde pueden revisar técnicas y materiales, y aportar su conocimiento al visitante. Qué mejor juez del museo que quienes, desde niñas, realizan y conocen los textiles. Algunas son guías y dirigen recorridos en lengua tzotzil y tzeltal para quien lo requiera. “Desde el inicio se concibió así: que ellas transmitieran su conocimiento, al tiempo que contextualizan la tradición que han realizado por inercia durante generaciones. Están contentas.”
Además hay talleres de capacitación para ellas y sus familias. La idea es que conozcan estrategias de venta, para que su arte pueda ser rentable y reditúe en su bolsillo. Las piezas elaboradas se venden en estos talleres en colaboración con la tienda de Sna Jolobil, ubicada en el Centro Cultural de Los Altos de Chiapas.
“Las piezas del Centro de textiles sirven como inspiración para la creación de tejidos a comercializar, rescatar diseños o técnicas que ya no se practican y construir este puente de venta o exhibición.” Por supuesto, sin olvidar la creatividad. “Las tejedoras imprimen sus ideas y su sello particular en cada textil. Algunas alcanzan la categoría de artistas”, enfatiza Alejandra al reconocer el trabajo de estas mujeres.
Las instalaciones son de primer mundo. La idea museográfica original es de Cándida Fernández. Se le une la urdimbre creativa de más personas que nunca abandonaron la idea de crear un lugar donde el textil narre la historia maya que viste a hombres y mujeres de orgullo milenario.
Niños que tejen
Alicia Chávez y Tania Mejía manejan los talleres de textiles para niños y jóvenes en el Centro. Tras la visita guiada, a los niños se les invita a crear su propio textil. Alicia dice que ellos valoran la labor de los artesanos y aprenden que este trabajo tiene un tiempo, costo y esfuerzo. En ocasiones, los pequeños piden ayuda a las tejedoras.
Los talleres también se imparten a las familias. “Se emocionan al ver lo que se puede lograr en un pedazo de tela y de saber que, en su casa, pueden reproducir el trabajo”, cuenta Tania.
El Centro teje un puente entre dos mundos: el de los mayas creadores de la técnica y el de aquellos que admiran cada hilo, testigo de una historia que configura la identidad nacional.
Morales, Carlos Ramón. “Centro de Textiles del Mundo Maya” en la Revista Valor, edición 21 (junio / julio 2013): 110-114, Banamex-IASA Comunicación, México, 2013.